martes, 1 de mayo de 2012



    Escribir por escribir, no más. El ejercicio de la literatura no sólo implica entusiasmo, sino práctica y conocimientos
GUADALAJARA, JALISCO (30/ABR/2012).- Lorena López, productora de aguacate y alumna del curso, lee un cuento de su autoría titulado “Rodar y rodar”. Su voz cadenciosa inunda la habitación. Lorena entrelaza sus manos pulcras, un anillo color sangre combina con su labial, aretes y lentes.  De rasgos fuertes, Lorena juega con su cabello castaño que le llueve sobre la espalda al tiempo que cuenta una historia sobre un carrito de supermercado que se describe a sí mismo mientras uno de sus compañeros, Carlos Aguirre, estudiante de cuarto semestre de la Licenciatura de Ciencias Políticas de la Universidad de Guadalajara (UdeG), sigue el texto describiendo en la hoja círculos imaginarios con la pluma aprisionada entre el índice y el cordial.


Es la clase de cuento fantástico en la Escuela de Escritores Sogem. La escritora y maestra Martha Cerda ha cruzado el umbral de la puerta, en una habitación de baldosas blanqueadas que sirve de aula, dominada por pequeñas mesas dispuestas de forma rectangular en torno a un pequeño escritorio de madera. Una lengua de sol se filtra por una de las puertas del fondo del salón desde donde se mira una alberca vacía y un pedazo de jardín. El reflejo dorado en el piso acentúa y aviva la desnudez de las paredes.


“Rodar y rodar. Para eso me hicieron. Rodar y rodar. Como una rolling stone. Y ahí está ella. Ella. Otra vez ella. Viene hacia mí y me abraza. Sus manos no están húmedas. Son firmes y saben cómo hacerme deslizar a su antojo con apenas un balanceo de sus finas muñecas”. 


Al término del texto compuesto por cuatro párrafos y al tener ya en cuenta que se trataba de un carrito de supermercado, Martha Cerda se calza los lentes de montura dorada, acaricia con la mano derecha uno de los redondos aretes blancos y dice con voz rectilínea: 


“Yo creí que era un yoyo. Piénsale, a mí se me hace que el texto da para más que para ser un carrito de supermercado”.


Lorena recibe las críticas de la maestra con una sonrisa helada y varios movimientos de cabeza. “Piénsale, y si no, pues que el lector llegue a la interpretación que quiera”. Con 46 años y dos hijos de 17 y 20 años, Lorena tuvo la inquietud de escribir desde niña: “Era algo pendiente en mi vida”.


Laura Martínez, mercadóloga y también alumna de la escuela de escritura, dice que le gusta más el género del cuento y la novela. Entre sus autores favoritos están José Saramago y Gabriel García Márquez. Con 28 años de edad aún no ha publicado nada. “Precisamente para eso vengo a clases, para empezar a publicar”.


Esperanza Navarro, maestra de Educación Especial del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Guadalajara (UdeG), argumenta que la lectura y la escritura en las personas son importantes porque ayudan a la construcción del conocimiento, incentivan la capacidad de las personas que son creativas y tienen la capacidad de explorar, y sirven para dar salida a los sentimientos y a la expresión de los afectos.


La académica reconoce que en México uno de los factores por los que la gente se decante por por escribir es la idiosincrasia del mexicano que en vez de animar, desanima.


La Sogem tiene 24 años desde su llegada a Guadalajara. Martha Cerda dice que le da mucha satisfacción enseñar y compartir sus conocimientos con gente que, al igual que ella, gusta de la literatura. “Esa fue la idea por la que empezamos con la escuela, para compartir lo que a mí me apasionaba, pues (en ese entonces) no había talleres. Empezamos con la escuela como algo independiente”. 


Martha Cerda, también directora de la Sogem (ubicada en Circunvalación Agustín Yánez #2839),  afirma que la persona que se aventura a escribir es porque tiene algo que expresar, porque tiene una inconformidad con el mundo en que vive y a través de la literatura trata de arreglar lo que no le gusta del mundo aunque sea en ficción: “Creo que la mayoría de los escritores somos inconformes y por eso estamos escribiendo”.


Lo primero que dice a sus alumnos es que no tengan miedo y que se animen a descubrir lo que llevan dentro. Que se animen, que saquen todo lo que traen y que se den una oportunidad de encontrarse a sí mismos. A los cursos asisten desde jóvenes de 16 años hasta profesionistas, amas de casa.

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